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Voy a comenzar diciéndole que le tengo dos noticias. Una mala  y otra peor. La primera es que fútbol hace mucho que dejó de ser un deporte. Lo siento. Pero usted ya lo sabía. Detrás de las graderías abarrotadas, de los gritos de aficionados, la euforia de los fanáticos, la música, las bailarinas en minifalda y los humos de colores, se encuentra un constructo social, una amalgama de personas, situaciones y sentimientos que no necesariamente reflejan el “fairplay” del espíritu deportivo que le dio origen hace más de dos milenios, en las Islas Británicas. El fútbol no es ya el espacio de encuentro sistemático y fraterno entre dos equipos que se enfrentan aguerridamente, donde se gana o se empata y al final se dan la mano. No señor. El fútbol inicial, originario, cambió y se transformó rarísimo. Hoy es un monstruo apocalíptico con muchas cabezas y tentáculos que llegan a niveles y profundidades impensables en las pasadas épocas de los intercambios de banderines.

 

El fútbol ha permeado y el golazo es inminente. Sea que usted lo adore, o que no le guste para nada. Sea que usted gustosamente pague su camiseta de éste torneo o no le importe. O no quiera. En ésta estructura en la que estamos insertos desde el nacimiento, lo que afecta a muchos, termina por afectar a todos porque el medio cambia en función de ello. Usted y yo terminamos jugando un torneo diferente, el del “otro” fútbol: El que se juega fuera de la cancha en un partido permanente donde todos estamos alineados, aunque sea desde afuera del estadio, aunque sea en tacones, aunque sea en el bus.

 

El fútbol es un deporte de contacto y puede haber golpes, en la gramilla y en la gradería, donde las barras de seguidores se enfrentan en romana gresca. Duele mucho saber que las faltas llegan hasta las casas de los aficionados, donde los recientes comunicados policiales evidencian la triste realidad: El índice de violencia doméstica en el momento de los partidos, se dispara a niveles que se vuelven imposibles de combatir hasta para las autoridades. O sea, me desquito con quien sea. Y tomo, tomo mucho. Si gano porque gané y si pierdo porque perdí. Y si empatamos porque qué “perras” somos ( si, así, en femenino).

 

Aquí le va la segunda noticia: Para agravar la cosa, estamos hablando de un negocio y uno muy bueno. Muchísimas familias costarricenses viven de él. Y eso añade una dimensión nueva a lo mencionado porque en el nombre del fútbol se desarrollan muchas variantes de economías informales, portillos y abusos, desde el  revendedor que coloca una entrada con un fanático desesperado cinco minutos antes de que comience el partido hasta apuestas millonarias de todo o nada, pasando por el vendedor callejero que asume un riesgo enorme vendiendo en una esquina camisetas plagiadas de un equipo que puede ser campeón ese día… o quizás no.

 

Usted dirá: “A mí eso no me aplica” o… “Yo simplemente soy un espectador”. Pero si analiza la cuestión con detenimiento, verá que tengo un punto. Es imposible eludir las implicaciones asociadas al fenómeno del fútbol en la sociedad actual, porque hoy, todo es fútbol. Y ser un simple espectador, es, sin lugar a dudas un rol también, porque el fútbol también es espectáculo y por ende, aunque sea por curiosidad, si se expone, ya está adentro.

 

Ahora bien, es evidente que fútbol no es lo mismo para todo el mundo. Hay diversas perspectivas según los roles que asumen los diferentes actores que intervienen en la dinámica de éste deporte. Puede ser mi escape, mi negocio, mi tortura, mi ilusión, mi salud, mi desquite, mi tema de romper el hielo, mi adicción, mi excusa… ¿sigo?

 

Impacta que hasta la valoración de las personas se asocia a características inherentes al mismo. “Matón, como todo morado” (juicio de valor) o “…el maecillo liguista que vende tiempos” (atributo descriptivo) o “mi carajillo es un bicho, tengo que meterlo a los moscos del herediano, para que no se desperdicie” ( asignaciónpaternal de roles y expectativas ilusorias). Es una nueva dimensión de la gente. ¿No me cree?, Imagínese por un momento el desafío de llegar el primer día de trabajo y decirle a los compañeros: “No, a mí no me gusta el fútbol”. Sería un reto al sistema. Sería  una afrenta. Una afrenta pública: ¿Quién se cree usted que es?

 

Socialmente le hemos asignado una carga emotiva fuertísima que impacta nuestras relaciones comunales, familiares y hasta empresariales. Es importante conocer esa “carga “y la forma en que la manejan ( o no ) los principales actores implicados, más allá de los jugadores, situándola en un contexto socio-cultural. Ya es hora de darle a éste tema un mayor nivel de profundidad en el aparataje socio cultural que trascienda las taquillas y la sección deportiva de los lunes.

 

Elementos como el fanatismo deportivo, la asociación entre fútbol y violencia (“barras”), las agresiones domésticas y el enorme mercado informal que se desarrolla en su entorno son temas que inciden en nuestra forma de vivir, de ser, de comunicarnos, de gastar nuestro dinero. Lamentablemente, continúan siendo simplemente una nota de tres minutos en los días anteriores al partido rimbombante de turno, que seguirá comentándose por días. De las implicaciones que se vienen detallando, las del “otro fútbol”, nadie hablará  nada. Probablemente porque eso no genera dinero, todo lo contrario, lo requiere, para poder atender integralmente lo que está pasando.

 

Evidentemente el fútbol es más que toda una experiencia y puede ser abordada desde diversos ángulos y se vuelve críticamente urgente abrir una mesa interdisciplinaria donde se presenten y contrasten los criterios. Es importante detallar una definición más precisa de lo que es el fútbol como un estilo de vida y cómo influye en la cultura nacional, no sólo como un elemento publicitario. Debe ser una mesa grande, donde todos tengan la oportunidad de anotar, donde el tema pase de uno en uno y, mediante una estrategia, lograr el objetivo, en conjunto. Debe ser una cancha donde todos puedan ver lo que sucede y sentirse tomado en cuenta, desde su asiento. Y debe ser un espacio común, donde todos hablen y se pueda lograr una sola voz.

¿Cómo le explico?...Debe ser algo así… ¡Como un estadio!.

 

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Sobre la autora: Nombre: Adriana Solano Sánchez

Instructora Certificada de Empresa y labora como  Coach de Talleres y Seminarios de Desarrollo desde hace 15 años.

Ha estudiado Administración de Empresas y Mercadeo en la UNED

Estudiante de Segundo año de Antropología en la UCR. 

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